Una mujer con Diabetes tipo 1 describe cómo un día normal se puede complicar cuando hay variaciones en los niveles de glucosa en la sangre.
Por Gillian Campbell
Cuando me desperté esta mañana, me sentía cansada. Tenía la boca seca. Me dolía la cabeza. Tenía ganas de orinar. Incluso vomité un poco.
Había bebido la noche anterior, así que pensé que tenía tan solo un poco de resaca. Baje las escaleras y me pinche el dedo para sacar una muestra de sangre – un ritual matutino desde que tenía 14 años. El glucómetro me devolvió una cifra: 22 mm/ol (396 mg/dl).
“Bueno, eso lo explica,” me dije.
Sentirse cansado y deshidratado son síntomas clásicos de la hiperglucemia. Consideré llamar al trabajo diciéndoles que estaba enferma, o por lo menos, llegar a la hora de comer. Pero ese momento no duró mucho – ni se me ve ni sueño enferma. En vez de eso, me puse cuatro unidades de insulina, me salté el desayuno, y me arregle para ir al trabajo. En mi lamentable estado salí de casa sin mi medidor de glucosa.
Después de una hora de estar sentado en mi escritorio, por fin empecé a sentir hambre. Entonces mis dedos comenzaron a temblar y tuve esa sensación extraña en el estómago que me da cada vez que tengo un bajón. Conozco la sensación bien porque me sucede varias veces a la semana – esa necesidad imperiosa de azúcar.
Comí un poco de mi desayuno – yogur y un plátano, pero no fue suficiente. Empecé a meterme pastillas de glucosa en la boca.
La gente pasaba por mi lado Nadie se dio cuenta. ¿Por qué habrían de hacerlo? Para ellos sólo estoy tomando el desayuno en mi escritorio. Para mis compañeros de trabajo, o de clase, para la gente de la calle, incluso para la mayoría de mis amigos, mi diabetes es invisible.
Lo que la gente no sabe es que la diabetes es un trabajo a tiempo completo, sin vacaciones.
Lo que no ven es el conteo de carbohidratos que estoy haciendo mentalmente cada vez que pongo comida en mi boca. No están allí cuando estoy maltratando mi abdomen para cambiarme el catéter. Ellos se ocuparon de su día y yo del mío, pero en el mío casi hubo una emergencia médica.
Así es cada uno de mis días, y siempre lo será.
No estoy compartiendo esta historia para dar pena, sino para que la gente sepa lo que se siente al vivir con una enfermedad crónica como la diabetes tipo 1. Hay gente que camina entre vosotros y que lo sufre en silencio. No podéis equilibrar nuestros niveles de glucosa por nosotros, pero podéis mostrarnos vuestra paciencia y la comprensión – y eso nos va a ayudar enormemente.
Traducido por Eva Gomez
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